De Adolfo Ceño
Como siempre, en estos casos, se me atrancan las palabras.
Como si no quisieran salir y con ello evitar lo inevitable; resulta, además, dificil de añadir algo más a lo ya escrito. No todos tenemos el verbo fácil y la sensibilidad para dejar un legado como el suyo.
Me quedo con el recuerdo del gesto agradable y la palabra afectuosa cada vez que me veía, y con el sentimiento que ha dejado en todos su ausencia: se ha ido una buena persona. Seguramente el mejor legado que se puede dejar en esta vida.
Con más gente como él, el mundo sería mejor. Y falta hace...
Paquito,un abrazo muy fuerte.
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