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Contribuciones de amigos

De Santiago Curbera

Hasta no hace mucho venia pensando que Don Juan José, mi General como cariñosamente se le llamaba, era esencialmente un conversador en estado puro. Intelectual, memoria cibernetica y anfitrion atento, tenia la facilidad de atraparte en interesante conversacion nada mas verte. Y dentro de estas cogitaciones me suponia que le gustaban las tertulias de poca gente, donde las distancias son mas cortas y, que duda cabe, el dialogo puede resultar mas participativo e intimo.

Pero cai de esa creencia allá por el verano de 2003. Se iba a celebrar en otoño el cincuentenario del fallecimiento del General Yague y en su pueblo, San Leonardo (Soria), se preparaban una serie de actos conmemorativos. Juan José habia sido designado pregonero y le tocaba abrir el evento con el correspondiente discurso.

La prueba no era facil. Al reencuentro con aquellas tierras que iba a remover tantos recuerdos, se unia un alejamiento mas prolongado de lo aconsejable de su periodica dialisis en la Arritxaca. El previsible variopinto auditorio tampoco facilitaba preparar un discurso. Se esperaba la asistencia de los mayores del lugar pero tambien de la chavaleria del pueblo, pasando por varios periodistas y algun historiador de renombre, amen de domingueros ocasionales y quizas algun borracho nocturno todavia sin acostar.

Por otra parte, se daba la casualidad de que por aquellos veranos Emilia y yo fueramos vecinos "de puerta" con los Rojo en el edificio Tamesis de Campoamor. A los protocolarios saludos matinales de terraza a terraza se unia muchas veces una invitacion a los opiparos desayunos de Doña Araceli. Entre madalenas de Escribano, rollitos de La Fea y algun resto de la cena del dia anterior empezaba la primera tertulia del dia.

Que terraza aquella de la familia Rojo en Campoamor!! Lugar entrañable de ruidosos encuentros y tambien de calidas tardes de quietud, a veces incluso con Doña Araceli al piano.

Para mi va a ser una paliza, pero he aceptado sin dudarlo - me dijo un dia mi General. Me toca preparar un discurso que leeré en el teatro municipal como inicio de la jornada. Tambien me confesó que de paso seria un viaje de despedida de aquella tierra y sus gentes, pues proximo a cumplir los 90 y con la salud quebrantada ni soñaba con volver mas adelante.

Eso si, invitaba a toda la familia; hijos, nietos y a sus hermanas Jose y Amalia. Seria su ultimo viaje, pero con cuadrilla como los toreros!!

Durante aquel verano, desde mi terraza, le veia afanarse en la tarea. Boli en ristre, todavia no dominaba el PC, escribia , tachaba, volvia a escribir para luego apuntar con su ganchuda nariz ligeramente levantada hacia las cuartillas y repasar todo lo escrito. De vez en cuando hacia largas pausas y se quedaba ensimismado mirando al mar, mas bien al horizonte, quizas a toda su vida, ... se me antojaba que no se habia puesto tarea facil.

A veces me llamaba o se acercaba él a mi terraza y me leia algo de lo que iba preparando. Yo lo encontraba muy bien escrito, pero algo descafeinado. Conocia ya de sobra el entusiasmo de mi General en sus cosas y su sentido analitico daba mucho mas de si.

Quiero limitar mis palabras a un encuentro de amigos, entrañable, fiestero si se tercia, pero no puedo ir mas allá - me dijo enigmatico ante mi critica.

Seguí observandole hasta el final de verano. La cadencia fue invariable, escribia y meditaba en largas pausas. Y llegó octubre y nos encaminamos en larga comitiva de familia y amigos hasta San Leonardo. Alli nos recibio Kai, la hija de Don Juan Yague, en renetica actividad, sin descuidar ni un detalle, saludando a todos. Despues de un breve acto protocolario en el Ayuntamiento con la corporacion en pleno fuimos directamente al teatro. Habia llegado la hora de la verdad!!

Al entrar en el edificio sorprende el pedazo de teatro que se gastan en ese pueblo. Construido gracias a los buenos oficios del propio Yague, para si lo querria mas de un empresario de una gran ciudad. Como estaba previsto, llenazo hasta la bandera.

Baja Juan José y para mi asombro abandona displicentemente las cuartillas del discurso y no sube al estrado. Con voz potente y despues de las formalidades iniciales se dirige a todos los presentes en una de las charlas mas bien tejida y entrañable que haya visto en toda mi vida. Salvo pinceladas, nada que ver con lo que me leia en verano.

Habla de Yague por supuesto, de su vida y personalidad pero tambien de la vida en San Leonardo haciendo referencia a un sinfin de nombres, de las excursiones a la Fuente de Doña Mari, de fiestas, dramas y sucedidos ... de reojo veo en el auditorio algun gesto de emocion y no solo entre sus familiares.

Despues de 40 minutos termina bajo una salva de aplausos cerrados. Ha gustado a todos, a los viejos porque han recordado juntos, a los jovenes porque intuyen que esa historia y sus personajes son dignos de ser honrados y en ese dia, no se sabe bien porque, lo ha hecho un señor muy mayor que viene de Murcia y que pareciendo apenas sin fuerzas se ha comido el auditorio.

No habian terminado los aplausos y ya tenia mi General mucha gente alrededor felicitandole. Me acerqué yo tambien y le espeté - Y que ha pasado con el discurso que preparaste en verano?. Decidí cambiarlo todo - me dijo. Pero cuando?. Pues segun me iba acercando al estrado - me contestó sonriente.

En aquella breve estancia en San Leonardo mi General no perdio el tiempo. En la comida multitudinaria que se celebró a continuacion no llego a sentarse. Hizo un recorrido por todas las mesas, abrazando y< saludando por doquier. Su hija Araceli intentó llevarselo un par de veces. Padre por favor sientate, no ves que no puedes estar tanto tiempo de pie - le decia preocupada. Pues ya ves hija que si puedo - contestaba él. A partir de entonces las charlas con Juan José tuvieron para mi un sabor distinto.

Tertuliano intimo u orador público, lo que no daba era una puntada sin hilo!!

Ya en noviembre pasado le vi muy menguado de fuerzas. Fue la ultima visita que Emilia y yo le hicimos en su casa de Murcia. Alli estaba, sonriendo como siempre, en su nueva poltrona high-tech. Emilia se le acercó a besarle y a recibir dos o tres piropos de los de siempre, de los dichos con gracia y salero, de los que al oirlos piensas siempre que viva la inteligencia y que suerte ser mujer en esas suertes. Yo permanecia en posicion de saludo militar en el quicio de la puerta.

Descanse y entre marinero, permiso para embarcar!! - me dijo. Donde quiera que estuviere, la parodia la veniamos repitiendo desde hace años, o mejor decadas. Como militar siempre le hizo gracia que le pidiera "permiso para embarcar" o a veces "para desembarcar" al entrar o salir de su casa. Era un remedo de mi paso por Marina, donde presté tiempo ha mi servicio a La Patria.

Rodeado de estanterias cuajadas de libros, recuerdos y fotos, desgranamos nuestra ultima conversacion. Se recuperaba entonces de otra operacion de huesos despues de una inoportuna caida. Habia estado en el hospital y perdido algo el sentido de la realidad, aunque se constataba con alivio que, si bien las escasas fuerzas le iban paulatinamente abandonando, la cabeza volvia a estar incólume.

Como todo lo del General, esa perdida de consciencia los dias del postoperatorio no habian sido cualquier cosa. Cual Quijote enfrentandose a los pellejos de vino, lo que soltó por la boca hubiera sido una mina para cualquier escritor con spiraciones al Planeta. Nos reimos a placer cuando nos lo contaba su hijo Juanjo y ademas rematamos con algun chiste.

Luichi me insistio. Cuenta, cuenta el del presentador ventrilocuo. Como era de los de tono subido y por la diferencia de graduacion me daba corte. Quiero aclarar aqui que me retiré de marinero de 2ª, pero lo conté.

Una risa convulsa y un tanto ahogada era la confirmacion de que le habia gustado. Despues, un gesto cariñoso de Juanjo puso fin a la tertulia. Apretó un boton del reposabrazos y el sillon lentamente fue articulandose hasta dejarle en posicion vertical a escasos entimetros del suelo. De ahi un enfermero y su hijo asiendole por ambos razos empezaron a moverlo despacito hacia el dormitorio.

Luichi y yo, con poca consideracion y mucha sorna, empezamos a tararear una marcha militar parodiando la lentitud de sus pasos. Don Juan José paso de la sorpresa inicial al contraataque y vantando una ceja con gesto altanero, se desasio los brazos y nos regaló un contundente corte de mangas. Luego se perdio por el pasillo al fondo.

Fue el ultimo gesto que le vi y pienso ahora que es un magnifico
recuerdo de despedida de mi General.

Jacobo. Enero 2009



 
Garcilaso de la huerta

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