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QUEMADA

QUEMADA
El pueblo donde nací

Mi padre llegó a Quemada
De médico titular
Procedente de Tejada
Donde ejerció como tal.

Médico con vocación
Siempre atento y ponderado
Ejerció su profesión
Con espíritu abnegado.

Pueblo agrícola y rural
Con muy pocos habitantes
En los que el vino y el pan
Son en la dieta importantes.

Gran parte son labradores
Que con su sudor y manos
Se afanan en sus labores
Como unos buenos cristianos.

Mi padre llegado al pueblo
Enseguida se casó
Creando un hogar modelo
Que muchos años duró.

A partir de este momento
Tienen un criterio fijo
El irse reproduciendo
Y dar carrera a sus hijos.

Mi madre era un mujer
Trabajadora sin tasa
Que cuidó nuestra niñez
Y era el alma de la casa.

Yo nací el año catorce
Recién empezado el siglo
Que ya apuntaba en su porte
Incertidumbre y peligro.

Soy el mayor de una saga
Con ocho hermanos nacidos
De los que en esta jornada
Sólo tres estamos vivos.

El menú que me asignaron
Como mi primera dieta
Era el suero azucarado
Y el “agárrate a la teta”.

Me pusieron Juan José
En recuerdo de mi abuelo
Y el santo de Nazaret
Que ejerció de carpintero.

Para ayudarme a crecer
Me dieron con prontitud
Vasos de leche a beber
E “Hipofosfito Salud”.

De mi primera niñera
Tengo una imagen confusa
Sólo que era veinteañera
Y se llamaba Jesusa.

Al médico le pagaban
Según la iguala pactada
En trigo, fanega tasada
Y un celemin de cebada.

Mi padre fue mi maestro
Profesor de secundaria
Que con su ejemplo y acierto
Fue mi mejor luminaria.

Me examinaba “por libre”
Viajando a Valladolid
Constatando mi calibre
Para seguir en Madrid.

Las visitas al abuelo
Por el camino más recto
Era un viaje pinariego
Que acorta mucho el trayecto.

A la grupa del “Califa”
Que mi padre cabalgaba
Caminábamos deprisa
En medio de la pinada.

En los senderos estrechos
De la citada pinada
El “Califa” iba al acecho
De las muchas “trabacadas”.

El cantar de las chicharras
Y el fuerte olor a resina
Hacen del viaje de marras
Un paseo que alucina.

Al salir de la pinada
Con un horizonte nuevo
Se ve BAÑOS de pasada
Con su Cristo del Consuelo.

Desde el balcón de mi casa
Se ve una torre pequeña
Las golondrinas que pasan
Y el nido de la cigüeña.

Mi primera comunión
Se celebró en QUEMADA
Y aún recuerdo la emoción
Que aquel día me embargaba.

Al pie de la carretera
Y cerca del Arandilla
Vemos a la posadera,
La mujer del Tío Jalilla.

La vendimia terminaba
En lagares y bodegas
Y a Baco se recordaba
Siempre con buenas maneras.

Mi padre compró un majuelo
Situado en CARREGUMIEL,
Para nuestro desconsuelo
Nada hemos sabido de él.

Aquellas uvas de mesa
Tan blancas y retostadas
Para conservarlas frescas
En la “troje” se colgaban.

Íbamos a coger níscalos
En la umbría del pinar
Y los llevábamos listos
A la casa a cocinar.

En verano de chiquillos
Nos encantaba jugar
Llevar las riendas del trillo
Y en las fiestas bailar.

“La octava” era la fiesta
Que siempre se celebraba
Con gaiteros y una cesta
De almendras garrapiñadas.

Entre los chicos del pueblo
Yo tenía mi cuadrilla
Jugábamos al “te pillo”,
Al frontón y “La tanquilla”.

Viajes frecuentes a ARANDA
Con parada en “Paco el Seco”
Reponer nuestras viandas
Y el billete de regreso.

El tiempo para las compras
Era corto y muy tasado
Y comprábamos las tortas
Y también cordero asado.

Con larga lista de encargos
Y un permanente trasiego
Nunca pasamos de largo
En la tienda de Baciero.

QUEMADA, pueblo burgalés
Con paisaje de viñedos
Siempre sabe ser cortés
Con propios y forasteros.

Hoy las piscinas de Aranda
Están muy cerca del pueblo
Y así su espacio se agranda
Y el futuro es Halagüeño.

Hace ya bastantes años
Que no visito QUEMADA
Con mis vivencias de antaño.
Nunca yo podré olvidarla.

 

Juan José Rojo Martínez
Murcia, 1 de Octubre 2005

 
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